sábado, 3 de junio de 2017

Au revoir les devoirs

Au revoir les devoirs
Pese al título de esta entrada, no se trata de que desaparezcan los deberes. A finales de mayo, y en el ámbito del congreso de la Federación de Padres de la Enseñanza Pública (PEEP), el nuevo ministro de Educación francés, Jean-Michel Blanquer, ha anunciado que los niños ya no tendrán que realizar los deberes escolares en casa. Se trata de una solución salomónica  a lo que el ministro considera una controversia estéril y que trata de contentar tanto a quienes consideran indispensables los deberes como a las familias que se ven sobrepasadas por la realización de estos con sus hijos.
No hay, en esta medida, ningún tipo de reflexión o propuesta sobre en qué deberían consistir los deberes. Simplemente se plantea que se harán en el escenario escolar durante un tiempo de estudio en el que los alumnos estarán acompañados por profesionales (profesores voluntarios y ayudantes de educación). Es algo que ya existe, y que tiene lugar entre las cuatro y las seis de la tarde, en el caso de los centros de secundaria (collèges) de educación prioritaria. 
         Los sindicatos son escépticos con respecto a su implantación en septiembre, ya que consideran que los tres meses que restan hasta el comienzo del próximo curso es poco tiempo. Y, por otra parte, estamos ante una medida que ya fue intentada, en su momento y sin éxito, por Hollande y aún antes por Sarkozy.
         Se trata, qué duda cabe, de una propuesta que puede contrarrestar las desigualdades sociales frente a la educación: no es lo mismo, para un niño, hacer los deberes en casa si sus padres tienen estudios superiores que si estos solo cuentan con estudios elementales.
Si bien es cierto que muchos padres pueden respirar aliviados por verse liberados del trabajo que implica ayudar a hacer los deberes –o incluso hacerlos- con sus hijos, la federación de padres ha manifestado su preocupación por la posibilidad de que una medida de estas características se traduzca en una mera prolongación de una ya de por sí saturada jornada escolar de los alumnos. Y justamente este es el problema que elude el ministro francés al considerar estéril el debate sobre los deberes, ya que estos dicen mucho sobre el funcionamiento de la escuela. Los deberes pueden consistir en la mera repetición de ejercicios descontextualizados –por desgracia, lo habitual- o en la realización de actividades como leer un libro, ver y comentar una película o escribir un cuento. Mi impresión, y ojalá esté equivocado, es que estamos en presencia de una medida populista que no entra en la clave del problema. 

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